8 de noviembre de 2017
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Higienistas

Caries de la temprana infancia

¿Qué factores provocan la aparición de caries en niños de temprana edad? ¿qué importancia tiene? ¿qué recomendaciones debemos tener en cuenta para prevenir su aparición?

Con demasiada frecuencia, nos encontramos en las consultas pacientes de muy corta edad que ya presentan cuadros severos de caries.

“¿Cómo puede ser, si mi hijo no come chuches?” Esa suele ser la pregunta de muchos los padres aterrorizados por la situación. A lo largo del post, intentaremos contestar a esta pregunta y dar las pautas más adecuadas para prevenir la enfermedad.

La caries dental es actualmente la enfermedad crónica más frecuente en la infancia, con una prevalencia tan elevada en todo el mundo que es considerada como un problema de salud pública.

“La Caries Temprana de la Infancia” (CTI), antes conocida como Caries de Biberón o Caries Rampante, es el término utilizado por la Asociación Americana de Odontopediatría, desde 2003, para definir todos los tipos de caries (no sólo aquellos relacionados con el uso del biberón) que afectan a la dentición primaria de los niños, hasta los 71 meses de edad, siendo su mayor incidencia entre los 13 y los 24 meses.

La CTI es una enfermedad infecciosa que avanza de una manera rápida y devastadora en los dientes temporales (figuras 1 y 2). La transmisión bacteriana temprana y la ingesta frecuente de carbohidratos juegan un papel clave en su aparición y evolución. Intervienen, además, múltiples factores físicos, biológicos, ambientales y conductuales.

Aunque la prevalencia de caries es mayor en pacientes de nivel socioeconómico bajo, no es exclusiva, y es cada vez más frecuente en otros estratos.

La Sociedad Española de Odontopediatría refiere que la enfermedad de la caries dental presenta graves repercusiones en la salud general del niño, tales como: dolor intenso, infecciones faciales, hospitalizaciones y visitas de urgencia, disminución en su desarrollo físico y en la capacidad de aprendizaje; dificultad en el manejo ambulatorio y un elevado costo de tratamiento. Asimismo, dicha sociedad apunta que un niño con caries en los dientes primarios será, probablemente, un adulto con múltiples caries y restauraciones en la dentición permanente.

La educación basada en el control de los factores de riesgo, según la Academia Europea de Odontopediatría (2015) debe empezar de manera precoz, idealmente, incluso antes de nacer y, de no ser así, recomienda la primera consulta no más allá del año de edad y, posteriormente, revisiones cada seis meses para controlar la implicación de los cuidadores y si la higiene se está realizando de manera correcta. Además, dicha educación debe estar presente en todos los ambientes que rodean al niño: en el hogar, servicios sanitarios, guarderías, escuelas, programas comunitarios y políticos, etc., lo que se conoce como “hogar dental”.

 

¿Cómo podemos prevenir la CTI?

Los niños nacen sin bacterias cariogénicas por lo que, especialmente durante los primeros 2 años de vida, deben evitarse acciones que puedan transmitir al bebé las bacterias de la boca de las personas que conviven con él, como soplar la comida para enfriarla o probarla con la cuchara que se va a utilizar para alimentar al bebé. También es recomendable evitar acciones como besarlo en la boca, limpiar el chupete con nuestra saliva o compartir utensilios como cepillos dentales o juguetes que un hermanito se haya metido en la boca previamente.

El factor más importante para la prevención de la CTI es el hábito de higiene oral diario.

Por eso, es recomendable comenzar la limpieza de las encías con una gasa húmeda desde el nacimiento, una vez al día, aunque el bebé no tenga dientes.

Ya con la erupción del primer diente, se recomienda hacer la limpieza con una gasa, dedal de silicona o cepillo dental adaptado, con pasta dental de 1000 ppm de ión flúor, dos veces al día, especialmente por la noche. Es fundamental que la cantidad de pasta que se utilice sea mínima, equivalente a un granito de arroz: simplemente bastaría con “manchar” las cerdas del cepillo (figura 4).

A partir de los 3 años de edad, la cantidad de pasta dental se puede incrementar al tamaño de a un guisante (figura 5) y la concentración de ión flúor, hasta los 6 años será de entre 1000 y 1450 ppm. A partir de los 6 años de edad, la concentración de ión flúor será de 1450 ppm de ión flúor.

Según van erupcionando los molares, el odontopediatra valorará la necesidad de ir instaurando otras medidas higiénicas y preventivas adicionales (uso de cinta dental y aportes tópicos de flúor o, incluso pastas dentales con mayor cantidad de ion flúor).

Aunque es adecuado que el niño vaya jugando y familiarizándose con el cepillado, el cuidado de su boca es responsabilidad de los padres o cuidadores, por lo menos hasta los 8 años, edad en la que tenga la habilidad motora suficiente para hacerlo. A partir de este momento y hasta la adolescencia, se recomienda la supervisión por un adulto en el cepillado nocturno.

Como ya hemos visto, además de las bacterias, el consumo frecuente de carbohidratos fermentables juega un papel importante en la producción de la CTI.

Por ello, es recomendable no abusar de alimentos ricos en azúcar (dulces, bollería, caramelos, bebidas azucaradas…), evitándolos por completo durante los dos primeros años de vida (cuando el niño es más susceptible de establecer un proceso virulento de caries),  y establecer una dieta rica en lácteos, verduras y frutas frescas, que contienen vitaminas y minerales (sobre todo calcio).

Es conveniente evitar comer entre horas, ya que los restos de alimentos permanecen entre los dientes, favoreciendo así la aparición de caries y es importante tener en cuenta que existen muchos alimentos con altos contenidos en azúcares, que forman parte de nuestra dieta diaria, como el pan, el jamón york, las patatas y la pasta, con alto contenido en almidón, que producen azúcares en su descomposición.

Por supuesto, es imprescindible evitar mojar el chupete en líquidos azucarados, azúcar o miel , o dar entre horas biberón con zumos, leche de fórmula o líquidos que no sean agua.

Siendo conscientes de la dificultad que existe para evitar el consumo de azúcares refinados, se recomienda al menos, la disminución de la frecuencia de ingesta, dado que ésta es más importante incluso que la disminución de su cantidad.

Por último, dado que, durante el sueño, se establecen condiciones favorables para el ataque de bacterias cariogénicas, es importante evitar la alimentación nocturna (biberón o pecho) a partir de la erupción del primer diente. Si se hiciese, será fundamental realizar la limpieza inmediatamente después de la toma, e ir  espaciando tomas para que los dientes tengan tiempo de recuperarse de los ataques ácidos que se producen con cada ingesta de alimentos.

 

Conclusión

Dada la alta incidencia de CTI y las importantes repercusiones que presenta la enfermedad hoy en día, consideramos fundamental la educación para el control de los factores de riesgo.

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